Cae la noche y, con las luces del atardecer, la música se eleva sobre los tejados de Madrid. Todo comenzó en mayo de 2017, cuando empezaron a hacer fiestas clandestinas en el ático de su casa. Sin embargo, poco después se dieron cuenta de que esa no era la idea que querían hacer realidad y decidieron centrarse en ofrecer conciertos acústicos en los que compartir y dar a conocer las ilusiones de quienes aspiran a ver algún día su nombre grabado en los carteles de un gran festival.
The Attic es la propuesta de Elena Gallardo y Álvaro Hurtado, dos conciertos mensuales con una localización secreta que no se conoce hasta pocas horas antes del evento. Sus plataformas de promoción son Facebook e Instagram, donde la gente puede apuntarse enviando su nombre, apellidos, número de acompañantes y dirección de correo electrónico. “Sin email no pueden estar en la lista porque un día antes mandamos la localización y toda la información”, apunta Elena mientras ultima los preparativos de su anterior evento con los asturianos Tigra.
“Los conciertos duran alrededor de dos horas, dos horas y media. El grupo toca entre 20 minutos y media hora, luego paran unos 15 para que la gente se tome algo y charle con ellos, y después hacen otro pase de otra media hora, 40 minutos. Hacemos dos conciertos al mes, aunque quizá ahora ampliemos porque tenemos un proyecto más grande del que aún no podemos decir nada… La idea es traer a artistas siempre muy emergentes, que cada vez lleguen a más gente. No nos guiamos por sus seguidores sino por si nos gusta de verdad su música”, informa Elena.
Las bandas suelen ser quienes les escriben y ellos valoran las propuestas, investigan en las redes sociales y, si les gustan, les mandan las condiciones. “El Mad Cool quiso dar la oportunidad a ocho grupos que habían pasado por nuestros conciertos. Ahí nos dimos cuenta de que estábamos haciendo las cosas muy bien”, indica Elena.
El aforo es de entre 60 y 80 personas, con una donación de 10 euros. “Al principio era de ocho euros porque era en nuestra casa y no teníamos que pagar al espacio. Con la donación se incluye una primera consumición (cerveza artesanal, cervezas Madriz que nos patrocinan, vermú, vino, un pica pica y zumos naturales)”, señala Elena.
De todo el camino que llevan recorrido se quedan con la cantidad de gente que han conocido y “todo el movimiento social que se ha generado. Además, es muy bonito dar una oportunidad a grupos emergentes, que puedan tocar, que se les pueda escuchar en vivo. Hacía falta un sitio con un cara a cara con los artistas. Por eso también nuestros conciertos son acústicos. Es lo que hemos logrado y a la gente le encanta, sale llena cuando se va, y es lo que más nos llena a nosotros”, señala Elena.
Comienzan 2019 con nuevas propuestas. De momento cambiar la localización y traer a grupos muy especiales, además de otras sorpresas que irán anunciando poco a poco. Y entre sus metas, en el horizonte, lograr que Ben Howard ponga su melodía a alguno de los atardeceres que iluminan los tejados de Madrid. Un futuro que cada vez parece más próximo.